"Los directores estaban en una posición de autoridad y de poder y nuestro entendimiento sobre el liderazgo ya es otro."
Aunque siguen siendo raras las ocasiones en que se puede ver a una mujer ocupando el podio de una orquesta, los progresos que en este sentido se observan a escala mundial auguran una tendencia a la igualdad en un cargo asociado tradicionalmente al manu militari de un capitán. Barcelona, sin ir más lejos, tiene esta semana a la polaca Marta Gardolinska ensayando en L’Auditori su debut como principal directora invitada de la OBC –mañana y sábado– y a la finlandesa Susanna Mälkki preparando en el Liceu Il trittico de Puccini.
Poner firmes y hacer sonar al unísono a un gran conjunto ha sido el sueño húmedo de líderes empresariales, pero en las últimas décadas el talante democrático ha sustituido al antiguo sistema autoritario. ¿Es porque se han relajado las formas que las mujeres han podido aspirar al podio o ha sido al llegar ellas que se han relajado?
La finlandesa Susanna Mälkki y la polaca Marta Gardolinska coinciden esta semana en salas de Barcelona
“El abrir las puertas a las mujeres iba implícito ya en un proceso de cambio, así que hemos contribuido a configurar ese nuevo estado de las cosas, pero porque encajábamos. Encajábamos por la forma natural de trato, por el sentido de la comunicación y por la capacidad para sentir de forma instantánea cómo está la gente en la sala”, apunta Gardolinska (Varsovia, 1988). De gesto claro y articulado, la arrebatadora y talentosa maestra ensaya un programa de ecos polacos (Szymanowski, Penderecki…) y, como en cada concierto –en esta ocasión embarazada de ocho meses–, será la promesa de un huracán. Pues como ella misma afirma, en su oficio la personalidad va primero, el género después.
Con su incorporación, L’Auditori va cumpliendo su objetivo de alcanzar la paridad en el podio de la OBC en un tiempo récord, al tiempo que crea referentes para generaciones de muchachas con inquietudes musicales. La rueda avanza. Gardolinska ha sido, sin ir más lejos, asistente de la estadounidense Marin Alsop, una de las grandes y veteranas, divulgadora de la nueva creación y pionera en imponer la música americana en el repertorio. Titular de la Sinfónica de la Radio de Viena, Alsop ha estado en las listas de grandes formaciones que buscan líder, como la Filarmónica de Los Angeles.
“De ella aprendí cosas extramusicales que tienen que ver con esa forma de hacer sentir a los músicos muy cómodos –recuerda Gardolinska–. Si te la encontrabas por los pasillos se te presentaba, y lo mismo hacía en el podio. Además era muy eficiente dirigiendo, sin dejar espacio a juegos personales y tácticas. Todo versaba sobre la música que tenía entre manos. Era rápida pero de manera muy amigable, eficiente sin estresar a la gente… una habilidad de valor incalculable”.
Hoy ya es posible hablar de un estrellato de batutas mujeres: además de Alsop y de Simone Young, la australiana que ha tenido la capacidad de abrir camino distinguiéndose por su idea del repertorio germánico, hay otra media docena de batutas extraordinarias de una generación más joven. Mirga Grazinyté-Tyla sería una. La maestra lituana es reconocida por su labor al frente de la Sinfónica de Birmingham y por iluminar rincones no explorados de la música, cuestionando el canon.
Mälkki (Helsinki, 1969), por su parte, tiene grandes dotes para la dirección. Su doble labor en el terreno de la contemporaneidad (es titular del Ensemble Intercontemporain) y al frente de la Filarmónica de Helsinki le amplia la perspectiva. Asistente de Dudamel en la L.A. Phil, logra versiones vibrantes y analíticas con altas dosis de emoción. Atiende a La Vanguardia en un alto de los ensayos con la Simfònica del Liceu, con la que dice estar disfrutando mucho.
“Antes los directores estaban en una posición de autoridad y de poder y nuestro entendimiento sobre el liderazgo ya es otro”
“Es cierto que las orquestas han cambiado, lo mismo que la sociedad ha evolucionado –suscribe–. Los directores estaban en una posición de autoridad y de poder y nuestro entendimiento sobre el liderazgo ya es otro. Es algo que se puede ver en las familias y en el mundo laboral… porque la orquesta no deja de ser un lugar de trabajo. Obviamente dirigir es una gran responsabilidad, pero no hace falta hacerlo infundiendo miedo, cosa que pasaba hasta hace poco”.
“Por cuestiones de organización -prosigue-, las orquestas son muy tradicionales en términos de jerarquía: están los tutti, el solista, el concert master, el director. Pero ahora todo es más transparente y hay más interacción y discusión. Y ahí entra la otra razón por la que han penetrado las directoras, y es que hay muchas más mujeres en los conjuntos, nada que ver con hace 60 años. Tener una batuta mujer no habría sido natural si no hubieran tenido ya a las colegas”.
La finlandesa recuerda de sus inicios en el podio, hace dos décadas, cómo Simon Rattle decía en una entrevista que prefería dirigir orquestas en las que hubiera hombres y mujeres porque el ambiente era más agradable. “Todo ha cambiado con la dinámica de estar juntos unos y otras”, añade.
Tanto Mälkki como Gardolinska coinciden en su aproximación a una metodología de trabajo. Para ellas es vital tener siempre como punto de partida la música. El tema no va ni de ellas ni de la orquesta, sino de lo que están creando juntos. Igualmente importante es respetar el tiempo de los demás, por lo que han de ser eficientes y muy claras a la hora de transmitir sus intenciones e ideas. “Hay que trabajar también de forma consistente y consecuente –comenta Mälkki–. Y tener la confianza de la orquesta, construirla, trabajar desde el respeto mutuo”.
Para las directoras es prioritaria la eficiencia y claridad para así respectar el tiempo de los músicos
Otros nombres que incluir en el star system de mujeres batutas sería el de Emmanuelle Haïm, de interpretaciones intrépidas pero siempre a favor de la música, con criterios históricos. Es una de las pocas que ha invitado la Filarmónica de Berlín (en la época de Rattle). Y de la generación más joven, despunta Karina Canellakis, muy bien posicionada en el mercado. Habrá que ver su evolución pero se ha convertido en una de las más demandadas de su generación: es titular de la Filarmónica de la Radio Neerlandesa e invitada principal de la London Philharmonic y de la Rundfunk-Sinfonieorchester de Berlín, nada menos.
Otro nombre fulgurante de la futura generación es el de Joana Mallwitz, ahora directora del Konzerthaus de Berlin, con trayectoria en el mundo de la ópera y debuts en el Festival de Salzburg, al tiempo que hace buena labor sinfónica.
Desde una sociedad mucho más igualitaria, hay una tendencia a criticar el liderazgo de las batutas de otros tiempos, concluye Gardolinska, pero no hay que descartar el pasado. “Puede que en cierto modo fuera necesario –argumenta–, pues muchas de las orquestas se crearon después de la guerra mundial y necesitaban de una mano firme para construirse. Se elevaba al líder, se establecía una distancia… El carisma, el respeto y la disciplina ayudaban, aunque creando una situación de mayor estrés y riesgo en escena. El cambio es positivo pero no deberíamos olvidar que el nivel consolidado es el nivel de donde venimos”.